Ante un dilema especialmente importante es muy fácil acabar confundido. La ansiedad y el estrés pueden tomar el control, bloqueándonos o haciéndonos cambiar de opinión cada dos por tres, y transformando el problema en una auténtica agonía.

En estos casos, los sentimientos no suelen ser muy buenos consejeros. Cuando la gente recuerda las decisiones de las que más se arrepiente, reconoce que las emociones más viscerales, como la rabia, la ira o la avaricia, fueron las que cogieron las riendas en ese momento. Por otro lado, huir ante uno de estos eventos solo sirve para procrastinar y que la angustia permanezca como un sentimiento en sordina, mitigado, pero siempre presente y dispuesto a estallar con toda su fuerza en el instante más inesperado.

Recientemente hemos visto cómo una gran dificultad puede ser afrontada a partir de la división del problema en aspectos parciales, abordándolos uno a uno. Es lo que se defiende desde la filosofía japonesa del Kaizen.

Hoy te queremos enseñar otro truco para superar un obstáculo que parece insalvable. Suzy Welch, escritora, colaboradora televisiva y periodista, dice haber hallado una receta basada en solo tres preguntas que le ha permitido salir siempre airosa de los colapsos más intrincados para tomar decisiones, tomando en cuenta el plazo inmediato, el medio y el largo plazo. En vista de la utilidad de su método, Welch ha decidido compartir su experiencia en su libro ‘10 minutos, 10 meses, 10 años: una fórmula que transformará tu vida’ (Alienta), todo un éxito superventas en los Estados Unidos.

Su idea surgió a raíz de tener que compaginar su vida profesional exitosa, no cabe duda, con ser madre de cuatro hijos. Los problemas en ambas esferas le tensaban la cuerda de tal manera que llegó a la conclusión de que podemos tomar decisiones demasiado impulsivas si no contemplamos el medio plazo; o que podemos centrarnos en el largo, olvidándonos de lo inmediato. Por ejemplo, ¿asisto a un evento social o me quedo en casa tan tranquila? La decisión puede ser errónea si nos dejamos llevar por la responsabilidad de ser “superwoman y estar en todos los sitios” o la de la culpa, en este caso. Además, Welch confiesa que ha utilizado el 10-10-10 para tomar algunas de las resoluciones más importantes de su vida, por ejemplo su divorcio.

 

La autora explica en qué consiste su propuesta:

 

“Cada vez que me veo en una situación donde no hay una solución a la vista que satisfaga a todos, me hago a mí misma estas tres preguntas: ¿cuáles serán las consecuencias de mi decisión dentro de 10 minutos?, ¿y dentro de 10 meses?, ¿y en 10 años?”.

Al alejarnos del problema, permitimos que otros factores sustituyan a las emociones, como por ejemplo nuestras prioridades de cara al futuro.

Lo que se pretende es emplear una estrategia mental que permita soslayar las emociones que se adueñan de nosotros en el más corto plazo, forzándonos a marcar una cierta distancia respecto al problema.

Al alejarnos del dilema, permitimos que otros factores sustituyan a los sentimientos, como por ejemplo nuestras prioridades de cara al futuro. En el caso de que no supiéramos cuáles eran esas preferencias, el método 10-10-10 hará posible entonces que emerjan y queden claras: “El 10-10-10 es una manera de empujar a la gente hacia delante, abandonando la fijación presente. El tercer 10 es una potente manera de mitigar esa tendencia. Nos ayuda a decidir si vale la pena soportar esa agonía a corto plazo, en contra de nuestras metas más profundas y relevantes”.

 

El 10-10-10 en acción

 

Para resolverlo, Welch propone antes de tomar una decisión filtrarla por la regla 10/10/10, es decir, analizar cuál va a ser su impacto y cuáles van a ser sus consecuencias para los próximos diez minutos, los siguientes diez meses y los futuros diez años. Si me voy al evento, ¿me sentiré mal en los próximos 10 minutos?, ¿y en los próximos diez meses?, ¿o me acordaré, incluso, dentro de 10 años? De hecho, si hacemos una revisión de las cosas que nos agobiaban hace tiempo, como ciertos exámenes, decir algo incómodo o hablar en público, nos damos cuenta de que no es para tanto, que nuestra mente exagera cuando se enfrenta a los problemas y que cuanta más capacidad tengamos de tomar perspectiva, más acertaremos con nuestras decisiones.

En definitiva, el tiempo posiblemente sea uno de los recursos más escasos que tengas. Piensa que te puede hacer vivir malas pasadas y antes de tomar cualquier decisión en la que te sientas en una encrucijada aplícale la regla 10/10/10. Responde a las tres sencillas preguntas: ¿Qué impacto tendrá esta decisión en los próximos 10 minutos? ¿Y dentro de 10 meses? ¿Y de 10 años? Es un buen hábito para contemplar el tiempo desde la triple dimensión a tu favor, no en tu contra, y ganar un 10.

 

Fuentes: El País, El Confidencial

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